Hora del horno

Solanas abogó por un tercer cine que rechazara el comercio de Hollywood, el individualismo del cine de autor europeo

Aishwarya Reddy¿Qué empujó a una estudiante de 19 años, cuya fe en su propio sueño le permitió viajar contra viento y marea desde un pequeño pueblo de Telangana hasta una de las mejores universidades de Delhi, a terminar con su vida?

La década del sesenta en América Latina fue un período de fermento político y social, que resultó en movimientos y expresiones culturales que tuvieron un impacto más allá del continente. Fernando Solanas, el cineasta argentino fallecido la semana pasada a los 84 años, fue un artista excepcional que emergió del caos y la crisis de los años sesenta. Habló a favor de un cine que rechazaba el mercado y la estética de las películas de autor tanto de Hollywood como de Europa, y situaba el cine como una expresión de un colectivo social. Junto con el también cineasta argentino Octavio Getino, escribió el manifiesto por un Tercer Cine, un cine de liberación; en el terreno, tomó la forma de una oposición cultural a los regímenes dictatoriales y sus estrechas relaciones con el capital multinacional. Solanas y Getino dijeron: La cámara es una pistola que dispara veinticuatro fotogramas por segundo.

El Tercer Cine fue casi una actividad de guerrilla, con cineastas obligados a filmar y editar clandestinamente y luego proyectar en reuniones de la clase trabajadora y comunidades campesinas, fuera de la red de teatro. Solanas estrenó su célebre película, La hora de los hornos, en 1968, que puso al descubierto la pobreza, la desigualdad y la supresión de derechos en Argentina bajo la junta militar. Descrito como un ensayo cinematográfico, conmocionó al público por su atrevimiento político, su honestidad narrativa y su frescura de forma. Mientras Solanas, partidario de Juan Perón, se vio obligado a huir de su país tras un golpe militar en 1976, sus ideas encontraron adeptos en otros lugares. Directores como Glauber Rocha en Brasil, Tomás Gutiérrez Alea en Cuba y Miguel Littin en Chile surgieron por la misma época y desafiaron al establishment político y estético. Sus películas e ideas encontraron resonancia en todo el Tercer Mundo, incluso en el movimiento de cine paralelo en la India.

Solanas se unió a la política electoral a su regreso del exilio y fue elegido para el Senado. Sin embargo, luego de los disturbios públicos en Argentina en 2001, regresó al cine y realizó una serie de películas que exploraban el papel de las corporaciones multinacionales en el control de las economías nacionales. Incluso en sus últimos años, el horno siguió hirviendo, la cámara siguió siendo un arma.