Musica de los dioses

Pandit Jasraj combinó el clasicismo con las preferencias del público para desarrollar un estilo único, personal y popular.

En parte, el continuo desempeño saludable del sector agrícola ayudó a aliviar el grado de contracción de la economía.

Pandit Jasraj, quien falleció en Nueva Jersey a los 90 años, fue uno de los últimos grandes vocalistas clásicos indostaníes. Birbal My Brother, una película indescriptible estrenada en 1975, tiene un jugalbandhi de Pandit Bhimsen Joshi y Jasraj. Durante años, los admiradores han discutido sobre a quién le fue mejor en este raro Malkauns: ¿Joshi, la leyenda de Kirana gharana o Jasraj, el maestro de Mewati gharana que era ocho años menor que Joshi? No hay una respuesta concluyente porque ambos músicos se negaron a encerrarse en sus gharanas e incluyeron lo que les gustaba en otras escuelas para embellecer sus propios estilos personales.

Al igual que Joshi, Jasraj tampoco consideraba la música como un arte de élite. Añadió elementos del thumri al khayal, dándole a este último más maleabilidad y haciéndolo más amigable para la audiencia. Esto se habría considerado una blasfemia hace medio siglo, cuando el khayal era un asunto serio y el bandish se cantaba con cierta indiferencia. Llevó a haveli sangeet al escenario y presentó a Jasrangi, el dúo masculino-femenino en diferentes ragas, en las plataformas de conciertos. También agregó bhajans a su repertorio, lo que le permitió llegar a un público más amplio.

Su formación inicial fue en tabla. Pero cuando un músico de alto nivel cuestionó su conocimiento de la música diciendo que solo golpeaba carne muerta, Jasraj, herido, decidió dominar la música vocal. Y maestro lo hizo. La audiencia lo amaba. ¿Cómo podía él, atraído por la música en su infancia por la voz de la gran Begum Akhtar, no ser sensible a su audiencia? Era amigable con ellos, nunca nervioso e impaciente, a diferencia de muchos de sus ilustres contemporáneos. Él complacía a sus campesinos y cantaba piezas populares como Mata Kalika y Mero Allah Meherbaan. Su canto evocaba la sensación de estar en un lugar de culto, un espacio con un mayor nivel de energía, donde Dios se sentó con nosotros y escuchó la música con admiración.